BAELO
Ella, capitana de mis mares,
navegó contra corriente por el Estrecho,
arribando a buen puerto, refugiándose.

La travesía la realizó en un puente,
desde el Guadalquivir hasta Bolonia,
en una mañana de otoño.

Marineros de agua dulce la siguieron,
y recorrieron el polvo del pasado,
no encontrándose a Baelo con Claudia.

Palparon el teatro romano, el templo, las casas,
y a sus pasos les acariciaba la brisa y el viento.

Se bañaron en el rocío de aguas cristalinas,
cubriendo sus cuerpos con ramas de olivos.

Llevándose a la mezquita mí sombra,
y yo acudí por sus rastros a las ruinas.