ESTACIÓN DE LARGO RECORRIDO
Tiembla el suelo en la estación de largo recorrido
y aún retumban en mis oídos las deflagraciones
asesinas del once de marzo, mientras el metro circula
sigiloso por las entrañas de la tierra.

Calor infernal en la sala de espera, y el termómetro
marca cuarenta grados a las siete de la mañana.

Controlé mi equipaje por el propio beneficio,
llevándomelo a cuestas a los urinarios.

Los vigilantes armados se comunican con sus silencios,
y alertas están mis ojos del sur de al-Andalus,
ante las miradas rapaces de los cazadores.

Dos peregrinos viajan hacia Roncesvalles
para iniciar el camino,
y yo dirección a la cuna del Castellano.

Tengo los labios secos y el cántaro roto;
vaso de agüita fresca de manantial o río
necesita mi sediento cuerpo,
que yace en un banco alerta.

El aguaó pasó de largo con sus mulas a caballo,
y yo deseaba salir de la estación galopando.