Nadie sabe, nadie sabe, aunque todos lo quieren saber ni la clave, ni la llave de mi cuándo, mi cómo y porqué. Me gusta ser libre lo mismo que el viento que mueve el olivo y riza la mar meterme en la sombra de mi pensamiento y luego de noche ponerme a cantar. Un clavel, un rojo, rojo clavel, un clavel a la orilla de mi boca cuidé yo como una loca poniendo mi vida en él, y el clavel, al verte cariño mío se ha puesto tan encendido que está quemando mi piel, se ha puesto tan encendido que está quemando mi piel; que está quemando, que está quemando mi piel. Negro pelo, negro pelo que trasmina a menta y limón; negro ojos, negro celos primo-hermano de mi corazón. Me importa tres pitos que diga la gente que voy y que vengo por el arenal, que tengo gastadas las losas del puente de tanto cruzarlo por la madrugá. Y el clavel, al verte cariño mío, se ha puesto tan encendido que está quemando mi piel se ha puesto tan encendido que está quemando mi piel que está quemando que está quemando mi piel.