Con sombrero negro y chaqueta corta en las brujas horas del anochecer por mi calle abajo pasaba un mocito de quien sin saberlo yo me enamoré. Un domingo claro que abril sonreía se paró en mi reja gallardo y juncal y me dijo alegre: “Con usted, mi vía, unas palabritas tengo yo que hablar”. Hablamos de muchas cosas que el viento se las llevó tan solamente una copla en mi alma se quedó: Rocío, ¡ay mi Rocío!, manojito de claveles, capullito florecío, de pensar en tus quereles voy a perder el sentío porque te quiero mi vía como nadie te ha querío. Rocío, ¡ay mi Rocío! Se alejó el mocito de la vera mía; fue mentira todo lo que me juró y mis ojos lloran tras la celosía por aquel cariño que se marchitó. Ayer por la tarde hablando al oído con otra del brazo le he visto pasar me ha vuelto la cara, no se ha conmovido, pero estoy segura que me vio llorar. A pesar de su desprecio yo no le puedo olvidar; me acuerdo de aquella copla que un día le oí cantar: Rocío, ¡ay mi Rocío!, manojito de claveles, capullito florecío, de pensar en tus quereles voy a perder el sentío porque te quiero mi vía como nadie te ha querío. Rocío, ¡ay mi Rocío!