PROSA - Fragmentos

“Prosa o verso, que es lo mismo en cuando a lengua, ya que el verso sólo se diferencia de la prosa en la rima asonante o consonante, no en el ritmo, y si no que se lo pregunten a un ciego”. Esto afirmaba Juan Ramón Jiménez en una conferencia pronunciad a en Puerto Rico en 1954.

He aquí unos ejemplos de esta poesía en prosa:



EL MECÁNICO MALAGUEÑO

Salíamos de Málaga, difícilmente. El coche se paraba a cada instante jadeando. Venían mecánicos de este taller, del otro. Todos le daban golpes aquí y allá sin pensarlo antes, tirones bruscos, palabras brutas, sudor vano. Y el coche seguía lo mismo. Con grandes dificultades pudimos llegar a un taller que nos dijeron que era muy bueno y estaba a la salida, cuesta de la carretera de Granda, no me acuerdo el nombre.

Salió despacio al sol matinal, del ancho fondo negro, un hombre alto, lleno, sonriendo dueño de sí. Vino seguro al coche, levantó con exactitud la cubierta del motor, miró dentro con precisa intelijencia, acarició la máquina como si fuera un ser vivo, le dio un toquecito justo en el secreto encontrado y volvió a cerrar en ritmo y medida completos.

- El coche no tiene nada. Pueden ustedes ir con él hasta dónde quieran. - Pero, ¿no tenía nada? ¡Si lo han dejado por imposible tres mecánicos! - Nada. Es que lo han tratado mal. A los coches hay que tratarlos como a los animales (no dijo personas). Los coches quieren también su mimo.

Cuando dimos la vuelta y tomamos confiados y tranquilos la bella carretera alta, felices por obra y gracia del buen mecánico, entre la fuerte naturaleza rica de junio, yo miré atrás. El mecánico malagueño estaba azul en la gran puerta, las manos a la cintura, acompañando al coche con firma complacencia.




VERDE SECRETO

Ese verde escondido en tus ojos, que a veces salía con el sofoco de tu cara, con la emoción o el llanto, es el verde de tu eternidad.

Se que ese verde será mi alegría y mi remordimiento. Eres avara con él y sólo me lo dabas en le amor mejor o en la mayor pena.

A veces alguna me dijo: “le sale un verde tan bonito cuando se sofoca”. Verde bonito, verde que le puso salir, salió todo lo que pudo y quizás pudo.


EL RAYITO DE SOL

Al niño chico lo ha despertado en la cuna un rayito de sol. Que entra en el cuarto oscuro de verano por una rendija de la ventan cerrada.

Si se hubiera despertado sin él, el niño se habría echado a llorar llamando a su madre. Pero la belleza iluminada del rayito de sol le ha abierto en los mismos ojos un paraíso florido y májico que lo tiene suspenso.

Y el niño palmotea, y ríe, y hace grandes conversaciones con las dos manos, los dos pies y arrullando su delicia.

Le pone la manita al rayo de sol; luego, el pie- ¡con qué dificultad y qué paciencia!-, luego la boca, luego un ojo, y se deslumbra, y se ríe refregándoselo cerrado y llenándose de baba la boca apretada. Si en la lucha por jugar con él se da un golpe en la baranda, aguanta el dolor y el llanto y se ríe con lágrimas que le complican en iris precioso el bello sol del rayo.

Pasa el instante y el rayito se va del niño, poco a poco, pared arriba. Aún lo mira el niño, suspenso, como una imposible mariposa, de verdad para él.

De pronto ya no está el rayo. Y en el cuarto oscuro, el niño -¡qué tiene el este niño, dicen todos corriendo, qué tendrá?- llora desesperadamente por su madre.




PALABRA Y BESO

Amanecía el mes con una mate, fresca, cercana cara de niebla que traslucía aquí y allá miradas azules, doradas sonrisas.

Me gustaría (dijo) poder apretar toda mi cara contra toda esta inmensa cara opaca y luminosa y besar en ella todo el mundo.

Y al decir esto el hombre, un sol grana como un beso lo abrió todo sonriendo entre encantos de niebla fascinada.




EL RÍO

Este es el verdadero río, amor soñado. Tú estás en la nada y yo en la vida. Sólo el tiempo corre entre los dos.

La orillas son iguales, pero apenas se ve de la otra, ahora que el río es tan ancho.

Pero el río se irá estrechando. Y yo te veré amor soñado, y yo lo pasaré, y me quedaré contigo para siempre.




EL TIEMPO

Estábamos hablando hace un instante: “dentro de veinte años, cuando yo tenga cuarenta y cinco…” Y de pronto, malestar, la mano por los ojos: y sin saber cómo, nos encontramos diciendo: “Hace veinte años cuando yo tenía veinticinco…”

¿Y qué es lo que ha pasado mientras tanto, en ese dudoso, incojible, incomprendido instante? Nada eso tiempo.




SIN NOMBRE

Me gusta pensar en ti sin nombre ni apellido. Mujer sólo, como la nube es la nube. Corriendo tú en el aire azul, con tu cabello rubio ondeando sobre tu carne blanca y violeta; junto al agua, bajo los pájaros verdes. Mujer sólo, sin señas del ahora, como la rosa es la rosa.




BÉCQUER

Hay por Sevilla un jirón de niebla que el sol más claro no acierta a disipar. Se va de un lado a otro, pero nunca si quita; algo así como esas estrellas que se ven ante si los ojos confusos. Es Bécquer, ¿Es Bécquer? ¡Es Bécquer!




ESTIO

Fue un amor momentáneo, sin pasado y sin porvenir; triste porque lo dio todo sin esperar nada, porque surgía porque sí. Viviendo a su alrededor y maltratando.

Desde lo alto del mirador se veía el campo y el río, confusamente, con vaguedades verdes, y de plata, entre la bruma sombría de la noche. Por el naciente, sobre los negros pinos recortados en un cielo blando, nacarino y como hollado, la luna subía dramática y celeste… Y del jardín bajo subía una penetrante esencia de jazmines moriscos, y las fachadas lascivas de las casas eran , sobre el azul de terciopelo de la noche, espectrales, goyescas, encendidas por el resplandor de la iluminación de la plaza en feria y por las bengalas azules, amarillas, granates de los fuegos artificiales…

Una música de metal amarillo elevaba a los luceros su vals agrio y romántico, lleno de anhelos estériles, de nostaljias sin eco, de dolor bajo y sin consuelo.

Es un recuerdo de estío, que está en mi vida como un jazmín blanco, isla de mar y sombra.