EL DUQUE DE ALBA
Cartas van y cartas vienen
que se corren por Sevilla
que se casa el Duque de Alba
con otra, y a ti te olvida.
- Si se casa, que se case,
a mí nada me debía.
Se ha metido para un cuarto
donde bordaba y cosía.
Pendientes de sus orejas
uno con otro rompía;
anillitos de sus dedos
el uno con otro tira.
Se ha asomado a la ventana,
a la plaza que salía,
y ha visto al Duque de Alba
con el rey en compañía:
- A una seña que le ha dado,
el duque la comprendía
Con el permiso de ustedes,
pues me llaman a esa esquina.
- ¿Qué me quieres Doña Ana
que a llamarme no atrevías?
Que me han dicho que te casas
con otra y a mí me olvidas”.
- Quien te ha dicho esa verdad,
pues no te ha dicho mentira.
Hoy se celebra mi boda
y a convidarte venía.
- Poca vergüenza tuviera
si yo a la tu boda iría,
pero menos tienes tú
si a convidarme venías.
Estando en estas palabras
muerta hacia atrás se caía:
médicos y cirujanos,
todos a la par corrían.
Ha mandado él que la abriesen
pa ver de qué mal moría,
y tenía el corazón
vuelto lo de abajo arriba.
En el medio el corazón
un letrero que decía:
"Yo por ti muero de amor,
yo por ti pierdo la vida".
Siete años la llevó el luto
sin perderla ningún día.
Y al cabo de los siete años,
el rey le pregunta un día:
-Duque ¿por quién llevas luto
que a ti tanto te dolía?
- "Le" llevo por Doña Ana,
Doña Ana del alma mía.
Que por mí murió de amor,
y por mí perdió la vida.
-Ahí vas a demostrar
que la quieres más que a mi hija.
-Más que a su hija, no, Señor.
Pero ¡tanto la quería!