DÍAS QUE DEBERÍAN SER ETERNOS
Hay días que de pronto
busco algunos aciertos de la tarde
en la tierra mojada y en el polen primario
a través de las sendas,
rectas o un callejón negro de sierpes;
en el pan, el aceite o en el vino.

Voy tras aquel aroma del azahar,
de la savia, la brisa,
ese trasiego nómada de los rayos de luz
que vuelven hoy a brillar con inocencia;
voy insomne tras el tiempo sin dañar,
siguiendo realidades intangibles,
persiguiendo otras vidas nunca esclavas.

Una vez más, espero hallar vivencias:
el rocío de sus manos en flores,
el sol filtrado que traspira el pelo,
el aire emborrachado de su aroma.

Nada más que el milagro
de su voz ensanchando el cielo,
remontado por sus piernas,
testimonio penetrante de cuerpos
como especias en flor
y raíces fragantes que agasajan.

Inedito
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