EL PESCADOR
Se acerca a la bahía frente al mar.
Se pasa por la nariz una concha
molida por los cambios, extrañando
ese embarcadero desabrigado,
donde terminaron por perfilar
los últimos incesantes vaivenes,
las últimas barcazas ya sin brea
zarpando al profundo cielo del mar.

Quedan vestigios a su alrededor:
deshechos de redes sobre las rocas,
en la arena, las huellas de los pájaros;
tan sólo la certeza del sutil movimiento.

Desde allí el tiempo es como metal líquido,
charco de plata envejecida en su transparencia.
Los anclotes sumergidos a fondo,
llevan vestigios de una luz corriente
a los restos que dejan los naufragios.

Sentado, salpica hasta lo más hondo
su tez de bronce la brisa marina.
Se acerca lentamente al borde. Arroja
un chino con sus manos cuarteadas.
Y abatido se aleja de la bahía,
en espera de otra puesta de sol.


La luz de entre los cipreses (Sevilla: Ediciones en Huida, 2012)