NI MESA, NI JAZZ

A menudo, tu cuerpo
es un desierto inabarcable,
donde lo mismo anida
el simún abrasador,
que reina el chacal
en la noches tan frías.

Mi brújula señala
un norte que nunca alcanzo.
Inútil buscar un restaurante
céntrico y tranquilo,
ni copas, ni mesa, ni jazz
hasta las tantas.

En el exilio,
un oasis de nostalgia.
Espero que no tengas reservado
el derecho de admisión.