A MI MUSA (A MÁLAGA)
Málaga hermosa,
Málaga mía,
gala y orgullo
de Andalucía;
tú eres mi musa bella y riente,
tú, en cuyo seno Dios ha vertido
pródigamente, todo un torrente
de luz ardiente; Dios que ha tejido
para tu espléndido seno turgente
un chal, que envidian los del oriente,
con la más bella luz meridiana;
tú, la de tardes tan en fulgores
ricas, que en ellas abren las flores
al confundirlas con la mañana.

Málaga mía,
mágico emporio
de la hermosura;
donde es notorio
son tus hermosas, maravillosas
flores, ornato de tus jardines,
todas preciosas, todas airosas,
todas graciosas, todas afines;
cual los jazmines, como las rosas;
las que tus calles tornan vergeles,
las que Afrodita sólo remeda,
tus crisantemos de la Alameda,
cual tus bengalas de los Percheles.

Por tu riente
cielo, que brilla
cual de zafiros,
que es maravilla
cuyos encantos todos pregonan;
tristes suspiran los de ti ausentes,
los que, dolientes, solo ambicionan
verte de nuevo, cuando sus frentes
aren los años; los que pregonan
su amor y un himno de amor te entonan
en las lejanas verdes sabanas,
antes hispanas, antes íberas;
los que suspiran por tus praderas
en las praderas americanas…

Yo te amo toda,
Málaga mía,
perla irisada
del mediodía;
yo amo tus restos y tradiciones
- de tu pasado ricos trofeos-
la índole brava de tus pasiones
y el loco ímpetu de tus deseos;
y tus decires y tus canciones,
casi agarenas, en cuyos sones
amor sus dulces notas desata,
cuando a la nítida luz de la luna
da sus acordes, en la moruna
reja florida, la serenata.

Yo amo tus barrios,
tan populares,
en donde lucen
de mis cantares
las andaluzas musas morenas;
yo amo sus bellas típicas dotes;
yo amo tus playas, donde sus penas
dan al olvido tus jabegotes
cuando sus redes en las arenas
fulgen de plata viviente llenas;
yo amo y acato cual soberanas
tus bellas, galas de tus salones,
y las que ocultan, cual cortinones,
las campanillas en tus ventanas.

Yo amo a tus hijos,
y a los prendados
de tu hermosura,
que en inspirados
cantos, derroches son de armonía;
a los que siervos de tu belleza,
de tu majeza, de tu hidalguía,
cantan, cual canto yo, tu nobleza,
tu gentileza, tu bizarría;
a tus cantores, Málaga mía,
más inspirados, no más sinceros,
a los que orgullo son de tu historia,
los que tu frente nimban de gloria,
a tus poetas, mis compañeros.

Por tanto amarte,
no quise nunca
dejar tu seno,
donde se trunca
mi vida toda, donde he vivido,
donde he sufrido, donde he luchado
más olvidado que bien querido;
más aunque siempre más me han amado
lejos del nido donde he nacido,
¡cómo dejarte si siempre has sido
y eres musa de mis canciones!
¡cómo dejarte si tú los sones
de mis canciones das a mi lira!

Como dejarte,
cuando tus brazos
ciñen mi cuello
cual dulces lazos
que me encadenan; cuando propicias
son tus miradas, cuando me ofreces
tantos halagos, tantas delicias,
y me arrebatas y me enloqueces
y me embriagas con tus caricias;
cuando de madre, por fin, oficias;
cuando mirándome ya encanecido
por fin me llamas tu bien amado;
cuando dichoso y enamorado,
ser por ti amado ya he conseguido.

¡Ay, no te dejo,
no te abandono,
que es en tu seno
donde ambiciono
ver acercarse mi hora postrera,
cuando, ya a salvo mi caravana
dejar consiga tras la frontera,
siempre indecisa, siempre lejana,
de los abrojos que hallé doquiera
pose mi planta! ¡Ay, quien pudiera
tras tantas luchas y sinsabores,
dormir tranquila y eternamente,
bajo tu cielo resplandeciente,
bajo tus campos llenos de flores!

Arturo Reyes. *
(Del Crepúsculo)

Esta poesía fue escrita por Arturo Reyes a Málaga en el homenaje que la ciudad realizó conjuntamente a Ricardo León, Salvador Rueda Y Arturo Reyes, en el Teatro Cervantes en 1911.