DUNAS
La duna de Bolonia,
carne natural de otro manantial;
revolea su falda por el Estrecho
a través del largo y moldeado cuerpo,
al llorar rota en silencio.

Mar y campo, hierba mojada,
cintura marcada, ojos claros;
tacones en puntas, orejas pegadas,
piel rubia, escasas manos, hija del desierto
sin arrugas, ni estrías y ni cáligas.

Suéter negro, pañuelo en el cuello,
en invierno, sus corrientes me hielan,
en verano, su silueta me abrasa;
oleaje bramando, brisa sin planchar,
y mi cama, sin hacer, aguarda.