DÉCIMAS (II)
II

Quiero mi grave tormento
en silencio padecer,
pues assí usurpa el temer
la fuerça al atrevimiento.
Mas no es mi fuego tan lento
qu'el humo pueda ocultar;
modos vengo a dessear
con que desmienta mi ardor,
i la fuerça del dolor
aun quita el imaginar.

Pierda el nombre de atrevido
quien no pretende favores,
i no acuse mis dolores
quien nunca los a sufrido.
Viva yo en público olvido,
siempre ocioso a la memoria,
i alcance aquella vitoria
que me diere tu piedad:
que a corta capacidad
no conviene mayor gloria.

¿En qué te injuria quien ama,
Clori, la encendida rosa
que por tu nieve hermosa
dulcemente se derrama?
No aumenta el rigor la fama;
sienta tu crueldad el día
que a hazer polvo porfía
el fuego con que as vencido,
porque ofender al rendido
es covarde valentía.

Y si es ofensa adorarte
dentro en mí con blando ruego,
permite que trate el fuego
pues él puede assí vengarte;
que si vienes a enojarte
con menor belleza miras:
¿el puro cielo que admiras
i los mares espaciosos
no se ven menos hermosos
cuando más muestran sus iras?

Ofendes a tu razón
en tener tanta fiereza,
que Amor es de la belleza
apazible adulación.
Quien no huie tu prisión
bien merece menor mal:
¿no ves el manso cristal
que a la flor que ama su frente
le da con crespa corriente
de agradecido señal?