SOLILOQUIO
Qué frágil es la vida, y qué severo
el camino, se clavan los abrojos
en todos los silencios de mi piel
y una cruz de amargura y soledad
perturba la algazara de otros tiempos.

El invierno inclemente descalabra
empeños e ilusiones,
remembranzas añejas mortifican
cual satírica lanza.

Ya remotas se escuchan serenatas
carcomidas de sal y fuego.

Y en mi desierta playa,
mientras la arena entona su dorada
música remecida por el viento,
un soliloquio muerde mi apatía.