A cada hombre su luna y su salario, su tanto de sal, su pobre mano abrasada y hueca. Yo fui con esos hombres y como uno de ellos he vuelto a casa con la luna en los ojos. Como cualquiera de ellos he visto sucederse la lluvia en los plantíos y el sol en los últimos jaguarzos de la tarde, cuando es la luna todavía un ojo helado. Cada hombre tiene su luna y su prodigio, su tormenta y su hora de estar viendo llover impasible a la lluvia. Yo vi a los hombres, a muchos de esos hombres llegar ante mi puerta, llamarme por mi nombre y pues he sido uno de esos hombres, y con ellos dormido en el barbecho y grabado en este tronco mi memoria y su sazón, me vuelvo ahora, aterido y débil en pos de mi salario. De Salario (1998)