A MODO DE RECOMPENSA


Oigo a veces, en sigilosas noches
otoñales, una oblicua graduación de bramidos
provenientes de Argónida.
			     Es como un rastro
agreste de hermosura y pavor, como una súbita
concentración de alimañas que bullen
en sus madrigueras y surcan cada día
los áureos aposentos litorales.

No sé a qué confidencias remiten esas voces
pero, juntas, atañen a mi vida.
			          Llegan
hasta el vértice neto de los sueños
y allí transmite sus informaciones
a quien procede del insomnio y sabe
que siempre y sin remedio
oirá hablar a la noche en medio de la noche.