A BATALLAS DE AMOR CAMPO DE PLUMA

Ningún vestigio tan inconsolable

como el que deja un cuerpo

entre las sábanas

y más

cuando la lasitud de la memoria

ocupa un espacio mayor

del que razonablemente le corresponde.


Linda el amanecer con la almohada

y algo jadea cerca, acaso un último

estertor adherido

a la carne, la otra vez adversaria

emanación del tedio estacionándose

entre los utensilios volubles

de la noche.


Despierta, ya es de día,

mira los restos del naufragio

bruscamente esparcidos

en la vidriosa linde del insomnio.


Sólo es un pacto a veces, una tregua

ungida de sudor, la extenuante

reconstrucción del sitio

donde estuvo asediando el taciturno

material del deseo.


Rastros

hostiles reptan entre un cúmulo

de trofeos y escorias, amortiguan

la inerme acometida de los cuerpos.

A batallas de amor campo de pluma.