Desde que tú no estás, el silencio de nuestra habitación presenta la dureza de la piedra, presenta la aspereza de la luz y su bondad indiferente, presenta la quietud uniformada de las sombras. Me repito: no estoy solo. El tacto de mi sombra me lo recuerda. Nunca pude pensar que dejarse morir significase un desertar que nadie nos reprende y un acoger con ojos serenos la mirada de los seres queridos; llevársela en lo más hondo del alma mientras afuera llueve lentamente.