A Emilio Pérez Delgado Te llevaste a la espalda un carcaj de recuerdos, dardos que a la diana sentimental arrojas con trofeos de mudos suspiros desvelados. Iba de polizón tu tierra en la maleta callando como un siervo sus carencias tullidas, desierta la liturgia del trabajo sobre un altar de espera disecada, vacías las promesas de un maná para el sur. Socavón se te ha hecho la distancia, agujero en que caben las noches oliendo a remembranzas, madrugadas que yerran por silencios insomnes, y el corazón desmonta su tinglado emigrante del agradecimiento al regazo anfitrión, desvistiéndose de sus circunstancias para quedar desnudo como un otoño airado. Entonces, tantas piedras de glorioso apellido. las vides, los olivos y la sal, camaradas de un tapiz recortable, se te echan al cuello de la añoranza, y lloras, andaluz en tu isla de exiliado converso a otro cielo, a otra lengua en que a diario oficias tu costumbre de ausente, en que a diario sueñas removiendo el desván de tu adentro, en que guardas tus ayeres más vivos, sin poderte quitar el grillete que llevas, preso de la hermosura que indefensa dejaste, reo de la belleza que llora en la memoria.