A LA AMISTAD

 ¿Qué resta al infeliz que acongojado   
 en alma y cuerpo, ni una sola hora   
 espera de descanso o de mejora   
 cual malhechor a un poste aherrojado?   
 

 Por el dolor y la endeblez atado   
 me ofrece en vano en arrebola Aurora,   
 y el sol en vano el ancho mundo dora:   
 tal gozo inmole, en vida sepultado.   
 

 ¡Infeliz! ¿Qué hago aquí? ¿Por qué no abrigo   
 del sepulcro una voz que dice: «Abierta    
 tienes la cárcel en que gimes: vente».   
 

 ¿Por qué? pregunto. Porque en tierno amigo,   
 en imagen vivísima a la puerta   
 se alza, y llorando, dice: «No, detente». 

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