En él moraba la osadía, el coraje de ser, la luz viviente y su raíz nocturna. Sus ojos se posaban en la vida sin más doctrina que la lluvia cantando en el ramaje. No supo casi nada, y sin embargo todo saber subía hasta sus hombros en forma de días y de aromas. Era su voz el dulce eco de un hombre que vive y significa. “ La rotación del puzzle”