Antes de la noche cíclica, del mar y las tristes escamas, de la gacela descendió su desnudo: nombre exacto del cuerpo. ¿Quién vive en él sino las dunas besadas de lo vivo, quién puede pronunciarlo sino la lengua del alba? El tiempo y sus seres se miran sorprendidos frente al temblor dichoso de la piel intacta. “Lugar de las gacelas”