INTERMEDIO


	Por el cristal, la vida. Bajo mis pies, la tierra.			
	No hay nadie en la planicie erizada de lenguas			
	que forman las ardientes llamas de fuego.			
	Los árboles tundidos por los vendavales,			
	por los solazos y por las orugas serradoras.			
	La casa abierta a los planos verdes			
	y a los volúmenes de las casas y de las yerbas,			
	es un prisma irisado.			
	En cada muro blanco, toda clase de aves			
	y todas las flores del campo y del jardín,			
	que se entran por la puerta abierta,			
	por los limpios cristales que avanzan			
	como lentes para estudiar belleza.			
	Detrás de los cristales, abiertos ojos de cristal,			
	abiertas lentes,			
	penetradas por la primavera,			
	y cerradas, a medio abrir la persiana,			
	en estío, gritan los colores:			
	el azul del cielo que parece que se va a romper			
	como un búcaro gigante y frágil,			
	búcaro de cristal y de cansancio.			
	Flores a miles. Y en verde acuático, la estancia.			
	Y yo, siempre yo en soledad, solo.			
	El pie sale, el corazón se queda,			
	como el caracol de goma,			
	no se separa de su estancia.			
	¡Buenos días, mañana!