¡Oh, la dulce delicia de lo incógnito que se esfuma en las calles y en los campos! ¡Oh, el anhelar saber quién es la dama que cerca de nosotros ha pasado, oliendo a violetas o a caléndulas o al perfume fragante de los nardos! Delicia del anónimo inocente que sin querer firmarse está firmado, al hablar de unos celos y un amor, por una temblorosa y blanca mano. Curiosidad ingenua que tenemos por unos ojos y un perfil románticos... Pensamiento infantil de nuestra mente al escuchar de noche ciertos pasos, que nos hacen rezar estremecidos, creyéndolos de brujas o de trasgos. Música que se queda en la memoria, sin que se sepa quién la habrá engendrado... Versos que yerran por nuestro cerebro y que locos acuden a los labios, sin que jamás se sepa quién los hizo sonar a río y trascender a prado... Carreta que se oculta en la vereda de rosas y de lirios del ocaso, sin dejar más que surcos paralelos que acabarán no se sabe dónde y cuándo. ¡Poesía sagrada de lo incógnito, tienes tú para mí todo el encanto de lo que se ha tenido y que se va, y de lo que se espera y no ha llegado! Del bien y del mal