estoy pensando en la cajera sedente ella es lo verdadero de la sincronía del mundo con su rayo láser ávido de códigos me murmura complacida las ofertas y cómo suma los dígitos arrastrando entre lo dócil y el hastío el tesoro precioso de mi dulce integral a través de la máquina que le computa el precio exacto de toda mi tarde dice tres y nunca nunca fue este número más mágico la cajera extraordinaria teclea el sumatorio de la monotonía y dice tres y mira entonces justo antes de que se produzca el cotidiano milagro de que mi dulce integral sea mío para siempre de repente ella mira otra tarde sale de lo mío a lo del otro le susurra las mismas ofertas le marca el tetrabrik con el ojo de su láser abriendo en fin el cajón místico del hiper con un movimiento suyo de mercado los billetes ordenados repiten la cara de ella sin gestos y me voy por esas puertas que se abren sólo con el aura dejándola mientras su láser que suena va marcando otra tarde.