Pasó montado a caballo
cuando lo vi desde lejos,
el me miró de soslayo
bajo el ala del sombrero
y yo seguí por mi lado
cogiendo un paso ligero.
¡Ay madre como miraron aquellos ojazos negros!
Caireles de terciopelo
en el chalequillo corto,
estrellas en la mirada
que me deslumbran de pronto…
y es tanto el calor que siento
que sin querer me sonrojo.
Madre, ¡que su mirada me levantó aquél sofoco!
Notó lo que yo sentía
y se bajó del caballo
sin soltarse de la brida
para decirme un halago;
al requiebro y la sonrisa
sin pensarlo... yo me paro.
¡Y madre!, cómo latía mi corazón desbocado.
Era en la feria de Abril
cuando me invita, y le acepto
el ir montada en la grupa
de su caballo al paseo,
con mi traje de flamenca
y con mi flor en el pelo.
¡Que no sabes madre tú, como son sus ojos negros!