EL SECRETO DE HEIDI - Luna creciente
EL SECRETO DE HEIDI - Luna creciente


Cuando estoy sentada en el borde de la ventana, 
mis uñas son el átomo principal de las estrellas: 
hoy, por ejemplo, he alcanzado por fin la palabra luna
en la frase viento que araña. Me la pongo en el ombligo. 
Escribo otro nombre que no es el mío 
con la punta de los dedos de los pies, 
removiendo con cuchara las vísceras del vértigo. 
Mirando el cielo en una noche de verano, 
los cuerpos celestes son miguitas de pan 
que los héroes arrastran para no olvidar volver a casa. 
Y me digo que quizá la Heidi que los dioses veneran 
es la misma que duerme en la copa del árbol 
que yo derribo, que bombardeo con las migas de pan 
— escupitajos que se engarzan en desiertos embetunados— 
que recojo cuando todos me dejan sola. 
 
Tremendamente sola, hilando Biodramina 
en la punta de los dardos que arrojo 
a los que se revuelven dentro de mi estómago. 
Qué agradable es beberse la cuenca de los ojos, 
armarse la boca de septiembre a mediodía. 

(De Mi primer bikini)