NO QUEDA NADA EN PIEL
No queda nada en piel
de aquella casa;
Partióse de ella quien
sonó su hora,
y hoy es un <>,
como es la arcada.
La llora, al zurear,
la tortolilla.
Su amigo quien perdió,
¡qué bien espera?
Lo que hace es recorrer

llorando el rastro.
Sin alma me dejó:
mas las estrellas
podrás tocar mejor
que su retorno.
La tórtola por él,
como acostumbra,
<>
<>
¡Adarve de Ibn Zâidi!
¿Y tu bullicio?
¿Tu brillo, collación 
de la Mezquita?

Encima os vino más
de lo llevable.
Ven y verás alfoz
que, arado, siembran,
y un estebbâr que más
creció que un hombre.

¿Pensara que yo que allí
fui a aquellas fiestas,
con tanto hombre galán,
gallardo, afable,
luciendo lo mejor
de mis vestidos,
en tanto que el laúd
rascaba el plectro,
y el grito del flautín
de fuera oías?

De luto siempre va,
jamás alegre.
¡Feo de ver y oír,
maldito cuervo!
¡Qué miedo das, fatal
pájaro negro!