No queda nada en piel de aquella casa; Partióse de ella quien sonó su hora, y hoy es un <>, como es la arcada. La llora, al zurear, la tortolilla. Su amigo quien perdió, ¡qué bien espera? Lo que hace es recorrer llorando el rastro. Sin alma me dejó: mas las estrellas podrás tocar mejor que su retorno. La tórtola por él, como acostumbra, <> <> ¡Adarve de Ibn Zâidi! ¿Y tu bullicio? ¿Tu brillo, collación de la Mezquita? Encima os vino más de lo llevable. Ven y verás alfoz que, arado, siembran, y un estebbâr que más creció que un hombre. ¿Pensara que yo que allí fui a aquellas fiestas, con tanto hombre galán, gallardo, afable, luciendo lo mejor de mis vestidos, en tanto que el laúd rascaba el plectro, y el grito del flautín de fuera oías? De luto siempre va, jamás alegre. ¡Feo de ver y oír, maldito cuervo! ¡Qué miedo das, fatal pájaro negro!