ME ECHÉ UN AMIGO QUE ES


Me eché un amigo que es
rubio, albo y alto.
¿La luna ves salir?.
Pues más él brilla.

Después de irse el traidor
ha vuelto al cabo,
por cómo ando fisgar,
y de visita.
Al verlo enmudecí:
selló mi boca.
Como una lima fue
para mi mente.

¡Qué dulce es este amor
y al par qué amargo!
¡Qué feo es el desdén
y qué infamante!
Quien ama, triste está,
y al par alegre.
¿Por qué al pobre infeliz
se le desaira?

Waskî, te quiero igual
tirano o justo.
Me ves, siendo tú juez,
en tu presencia.
Sé bravo, altivo, y haz
atrocidades;
sé blando, o duro se;
se claro o turbio.

Calumnia y chisme son
lo que me irrita:
dos cosas que jamás
dirá un discreto
si bien no entra ese hablar
por mis oídos.
¡Contra él testigo es Allah
que no me altera!
Qué es para mí este amor,
no lo sabrías.
Un día, al entreabrir
Mi puerta, vilo.
<<¡Qué grande es Allah!>>, grité
tan sólo verlo:
tal, en la fiesta, al ver
la luna, dices.

Al año con las dos
Visitas cuento.
¿Te puedo yo olvidar,
amigo mío,
cuando en tus labios hay
lo que me gusta?
¿Es tu saliva, ay Allahs,
o agua y azúcar?
Que siga tu salud,
y escucha, amigo:
pensar y redactar
quería verte,
hasta hacerte en saber
sobresaliente, 
con loa y fama tal
como Abû Yûnus.

Tan sólo quiero ver
que te pareces
a él, a su parigual
en tantas partes,
pues dicen con verdad
de mí las gentes.