Me eché un amigo que es rubio, albo y alto. ¿La luna ves salir?. Pues más él brilla. Después de irse el traidor ha vuelto al cabo, por cómo ando fisgar, y de visita. Al verlo enmudecí: selló mi boca. Como una lima fue para mi mente. ¡Qué dulce es este amor y al par qué amargo! ¡Qué feo es el desdén y qué infamante! Quien ama, triste está, y al par alegre. ¿Por qué al pobre infeliz se le desaira? Waskî, te quiero igual tirano o justo. Me ves, siendo tú juez, en tu presencia. Sé bravo, altivo, y haz atrocidades; sé blando, o duro se; se claro o turbio. Calumnia y chisme son lo que me irrita: dos cosas que jamás dirá un discreto si bien no entra ese hablar por mis oídos. ¡Contra él testigo es Allah que no me altera! Qué es para mí este amor, no lo sabrías. Un día, al entreabrir Mi puerta, vilo. <<¡Qué grande es Allah!>>, grité tan sólo verlo: tal, en la fiesta, al ver la luna, dices. Al año con las dos Visitas cuento. ¿Te puedo yo olvidar, amigo mío, cuando en tus labios hay lo que me gusta? ¿Es tu saliva, ay Allahs, o agua y azúcar? Que siga tu salud, y escucha, amigo: pensar y redactar quería verte, hasta hacerte en saber sobresaliente, con loa y fama tal como Abû Yûnus. Tan sólo quiero ver que te pareces a él, a su parigual en tantas partes, pues dicen con verdad de mí las gentes.