Del zoco quiero a un chico. De verlo, lo conoces. Su nombre te diría; Pero nombrarlo no oso. Tú que a la gente matas, aunque otra cosa digas: ¿Qué almizcle es ése, amigo? ¡Ven, ven, ante el maestro! ¡Por Dios, qué presumido! Saluda, por lo menos. Conviene, si te entonas, que el entonar te siente. Yo callo y sufro, pero lo quiero, pese a todo. Con verlo ya me pasmo. ¿Negar voy lo que es cierto? De estar ello en mi mano, lo que celar no puedo. ¡Ay, tú el de los achares y los celillos dulces! ¿Por qué me gusta hablarte, cuando ese hablar me mata? <<¡Ay, corazón, aguanta. No te escapes nunca!>>. ¡Por Dios, bien sufre el pobre! Vigor y ayuda dale. El de los ojos garzos, el de las cejas finas me llama su criado: verdad es lo que dice. Mas, siendo sus esclavos poetas y escritores, ni va eso en mi desdoro suyo. ¿Por qué va a ser afable, por qué va a hacerme caso, si al verlo dos mujeres, y ver su airoso talle, le dijo la una a la otra: <<¡Que el Allahl de amor te aqueje, y que con él te acuestes!>>, y <<¡Sí, sí!>>, la otra dijo? Más Súna está más cerca. No esponjes, si saluda, porque a la gente engaña con sus palabras dulces. Parécete inocente si tira de las riendas, y así, su cepo tiende. ¡Quien cae en él bien grita! Por él ardo de día; De él hablo por la noche. Desde que di en amarlo tan solo eché una siesta. Trocarle tengo urdido un zéjel por un beso; mas, si antes me lo diera del trueque, ¿mal habría? Acorta tu poema; dejarlo has terciadillo. Besar tus dedos quiero, ay hijo del más noble. Mas no me gustaría que nadie se enterara. Todo en mi contra sale: lo que tú cueces, aso. ¿Ay, déjame esta noche que goce y pegue brincos, que de placer me embriague y que amanezca turbio! Soto de Ben Abî-l-Hazz Waskî bebió conmigo. Pegar no pude ojo, sirviéndote y bebiendo Completo queda el zéjel, que me salió del alma. Babel me dio su magia, Y es un montón de perlas. Oirás que dicen todos: <<¡Cosa es genial amigo!>>, y se ha de alzar..... ...... cuando lo cante.