ZEJEL PANEGIRICO
Que beba la hermosa y me dé a beber,
sin centinela ni polizonte que nos espíe.
Así es más bonito.
¡ Cuán deliciosa noche se pasaría
acariciándonos con besos y abrazos !
¿ A dónde vas ?¿ Por qué estás inquieta ?
¡ No te muevas ! ¡ Cede tus gracias al amante !
¡ Quien haya estado en situación tan violenta
como la mía que considere !
¡ Si es poco lo que pretendo !
Y... no lo consigo.
La juventud debiera ser menos esquiva.
Invitadla, invitadla a que venga y sea cariñosa.
¡ Oh ! ya está aquí;
jamás he visto hembra más gentil.
Enciende en mi escuálido pecho ardorosa pasión;
sobre el suyo, en cambio, palpitan ingentes los senos...
¡ Hay que perder la vergüenza !
Mira la boquita, pequeña como anillo
cuyas perlas se han engarzado sin artificio.
Es capaz de enloquecer al asceta más beato.
Y eso que no tiene trazas de venir a echar sermones.
Mi corazón en su ausencia se vuelve [chiquitín] como el engarce de una sortija.
¡ Es... muy resalada !
La conversación se entabla;
el vino se bebe, yo canto, ella se emociona.
Le pido, luego, lo... que hay que pedir.
Me dice que sí; concédedme sus favores...
Alborea el alba. ¡ Alba maldita !
¿ Por qué viene el alba ?
Me levanto a coger la capa apresuradamente.
Ella me dice: ¿ Te vas ? ¿ Qué quieres hacer ?
Deja la capa y estate aquí conmigo.
Yo le contesto: No; déjame, debo marcharme:
A Abenzomaida Abulcácim he de loar.
De aquél cuyos tesoros tan sabrosas esperanzas ofrecen,
cantaré las excelencias y hermosas cualidades.
T odos los que le ven exclaman:
Mira ¡ qué bondadoso ! A juicio mío es un ser su perior.
¿ Se ha hecho proverbial la generosidad de Hátim ?
Aun es él más generoso.