Alto y recio, con traza de hidalgo y de compadre en bondadosa mezcla de seriedad y broma. Siempre me preguntaba: ¿cómo sigue tu padre? cuando le iba a comprar mis pastillas de goma. Recuerdo al botica, (en la puerta el letrero y dentro aquellos tarros de viejas medicinas), a donde Juan Ramón –ya había muerto “Platero” le llevaba a los niños naranjas mandarinas. En sus tiempos de joven, hubo representado no sé que pantomímica farsa de aficionados en que daba un gran salto entre cómicos guiños. Y sus hijos, a veces -¡ruidosa primavera!-, hacían que don Juan el salto repitiera para la jubilosa diversión de los niños.