DON JUAN VERDEJO

Alto y recio, con traza de hidalgo y de compadre
en bondadosa mezcla de seriedad y broma.
Siempre me preguntaba: ¿cómo sigue tu padre?
cuando le iba a comprar mis pastillas de goma.
Recuerdo al botica, (en la puerta el letrero
y dentro aquellos tarros de viejas medicinas),
a donde Juan Ramón –ya había muerto “Platero”
le llevaba a los niños naranjas mandarinas.
En sus tiempos de joven, hubo representado
no sé que pantomímica farsa de aficionados
en que daba un gran salto entre cómicos guiños.
Y sus hijos, a veces -¡ruidosa primavera!-,
hacían que don Juan el salto repitiera
para la jubilosa diversión de los niños.