AL MAESTRO JACINTO BENAVENTE

¿Qué voz, y en qué garganta, estremecida,
traspasado de amor su peso blando,
te reveló el secreto de la vida
sin cómo ni porqué, cuánto ni cuándo?
¿Qué lágrima, qué luz, qué azul medida,
qué geométrico don, qué fiel sumando,
te trajo su verdad recién nacida,
huella en el viento, y te dejó llorando?
Llorando te dejó con la ternura
del humano saber y la divina
y amarga ciencia del jardín de Apolo,
cuando en amor te diste a la criatura,
apurando el dolor de quien camina,
soberbiamente, como el astro, solo.