Traumatismo de amor con gasa y venda, esparadrapo y algodón, y yodo. Quien haya amado y sepa, que comprenda... Yo no puedo decirlo de otro modo. Como era ciego y le cerré mi tienda y llovía, al caer, cayó en el lodo; le salpicó de sangre la contienda y el barro lo manchó, eso fue todo. Cuando el alma cojea, no hay muleta que enderece su andar, ni sinapismo para su loca fiebre sin receta. Que si el amor resbala, ¡ay!, es lo cierto que ya no hay quien lo salve del abismo. ¡El mío tropezó, y cayó muerto!