CUENTA

Toda tú en tus dos manos solamente,
Diana de arco fatal y ojo certero;
yo, cigüeña en la torre de mi frente,
guardando un equilibrio de lucero.
Tú, violando mis rimas y mis rosas
en la quietud sin voz de mis jardines,
y yo, signando mis pequeñas cosas
con sangre de mis blancos serafines.
¡Dame lo que fue mío y me robaste,
aquel minuto que se fue cantando
perdido entre tus menos y tus más...¡
En la suma, ¡ay amor!, te equivocaste.
¡Dame mi cómo, mi porqué y mi cuándo
para que quede nuestra cuenta en paz!