¿Lo ves, mujer...? Todo llega en la vida ¿Un poco tarde? Acaso... Pero, no. ¡Qué importa el tiempo cuando no se olvida y se sabe esperar como sé yo! Tú decías, -¿te acuerdas?-: ¡Este hijo...! Y suspirabas por el hijo raro siempre en el alma el pensamiento fijo que a tu materno amor costó tan caro. Aquí tienes mi libro; poca cosa... Un oscuro dolor y alguna rosa... En tu mano halla él su mejor dueño. Y como ya estás vieja y tan cansada, madre, yo te lo doy para almohada, para almohada de tu largo sueño.