EL DESVIVIR DEL CORAZÓN
Mi soledad termina en tu latido.
Tú eres mi compañero;
mi reloj de morir que late solo;
mi corazón de Dios dentro del pecho.
¿Recuerdas? Yo contaba tus latidos
como un llanto de ciego,
como un corte en el césped, como un rastro
de lluvia en el espejo,
siempre hacia atrás viviendo la alegría,
para encontrar mi propio sentimiento
desnudo y anterior y en aquel punto
en que el labio de Dios lo está diciendo
ya para siempre. Sí, pero ¿hacia dónde
me llevaba tu mano, compañero
de la esperanza nuestra, que desvives
llorándola volviendo
hacia la sed del mar, que ya la cubre
de sal y de silencio?

(La fronda estremecida, bajo el agua
se quiebra; un viento quieto
va gastando en las hojas la hermosura
que aún era alegre ayer; los troncos viejos,
innumerablemente sucesivos,
se doblan bajo el lento
movimiento mortal del agua viva
-del pie que al caminar borra el sendero-,
y se borran mis huellas en el alma
llevándolas volviendo
siempre hacia atrás, hasta dejar soñado,
y en la mano de Dios cuanto fue nuestro.)

¡Contigo siempre! Sí, pero ¿hacia dónde
me llevará tu mano, compañero?
Sobre el mar sólo queda la esperanza;
debajo de ella el tiempo,
el retrasado corazón que busca
en su propia ceniza el fundamento
de mi vivir; las olas
van y vienen y van; dime, ¿no es cierto
que no vives mi vida, que no vives
la vida que me das?; ¿ dime latiendo
si me has de acompañar cuando mi muerte
tenga la edad de Dios sobre el sendero?;
dime, ¿qué voluntad mueve la tuya?;
dime, ¿volverá el tiempo
a dividir las aguas que ahora cubren
madera, cima y cielo
del bosque agonizando donde nunca
se pierde un niño, ni se olvida un sueño?;
dime, ¿ cuándo sabré que hemos vivido
la misma vida, corazón, si ciego
siempre, pierdes el tino
cuando la luz deslumbra tu silencio,
y quiebras en mis ojos la mirada
con un desprendimiento,
con un temblor de tierra interno y loco
que me arrastra contigo sangre adentro,
contigo y hacia ti, que desvarías
confundiendo hoja y mar, camino y cielo?