ESE TREN QUE NOS LLEVA 27
Ya lo sé. No hace falta que me escribas postales,
ni me envíes esquejes de cristales oscuros.
Hace tiempo que vivo con mis libros a solas
y me invento aventuras en las islas lejanas.

Ya lo sé. Bebo mucho y redacto poemas
que se van al olvido en cajones helados
donde guardo la magia de las nubes de invierno
y una bruma arenosa de veranos difusos.

Aún conservo el espejo que en las tardes me habla
de pezones rosados y caderas fugaces.

Tengo mapas guardados de tesoros deshechos
y las llaves del frío las escondo en el alma,
como estas que abren el caudal de los versos
y el espectro agotado de cenizas furtivas.

Te olvidaste un pañuelo y una blusa de encajes
en el cuarto de baño, y una barra de labios
me dejaste en la silla donde nadie se sienta.


Ya lo sé. No estoy solo. Tengo aún la memoria
y una voz que dispersa sus espumas al viento,
y unos versos ahogados en un mar de abandono,
y unas pálidas manos que acarician mis horas.

Ya lo sé. No hace falta que me escribas postales,
ni me envíes las fotos de los ecos de un cuerpo.
Tengo flores de sombras en jarrones sin agua
y un sabor en la boca a cadáver hermoso.