ESE TREN QUE NOS LLEVA 9
Ser poeta no es una ambición mía.
Es mi manera de estar solo.
(Alberto Caeiro)
La hueca soledad de ruinas calladas
que se acuesta en las tapias de las casas caídas
por el viento de siglos y las lluvias tenaces,
la misma soledad de búcaro en invierno
que ha llamado a mi puerta y me espera paciente,
sabe bien que es eterna tentación en la umbría
de los muros vencidos que ya nada resisten.
La sorda soledad que conozco hace tiempo,
que ha vivido conmigo en ciudades diversas,
en diversos recintos acotados al musgo.
La soledad desnuda, de pechos prodigiosos
y tentadora boca que llevan al olvido,
la soledad amante, puta súbita y bella
en los vidrios sin brillo, en el cáliz gozoso
de abandono lascivo, ha llamado a mis huesos
y me pide cansancio, y me ofrece un celeste
relicario de sombras.
Soledad o clemencia,
sucesión de los días por las aguas dormidas.
Tomaré la tristeza que me ofrecen sus pechos,
volveré hasta el aljibe de los pájaros dulces,
al incendio de chopos amarillos del alba.