ESE TREN QUE NOS LLEVA 4
Siempre fuiste viajera golondrina de tardes
que cruzaba mi calle con sus alas de libros,
la mirada perdida y la blusa celeste
de colegio de monjas.
Golondrina de tardes,
te miraba asomado por los vidrios de enero.
Se imantaba mi pecho en aquellas ventanas
apagadas de luces, telegramas de lluvias.

Siempre fuiste viajera y cruzabas mi calle
hacia el blanco ciruelo y las cepas podadas,
hacia un mundo de cañas y macetas azules
donde estaba la casa, nido tibio de invierno.

Vino un tiempo deleble, de siluetas lejanas
y tu casa quedó atracada al olvido
y mecida en la niebla de los muelles borrosos.

Viene el tiempo a su cauce, mariposa invisible,
y volviste volando sin la blusa celeste,
sin los libros del aire y tus alas son otras.

Pero un nuevo temblor resucita en mis labios
y aún revienta la luz en la cal de la calle
desde donde la tarde pensativa se asoma
al balcón de las olas repetidas de entonces.