Llego cada mañana cuando acabo de recoger mis redes, .pongo el viejo pez-corazón-reloj tras su aparejo latiendo todavía. Luego, esclavo de la costumbre, me desdoblo; lavo mi imagen sobre el agua del espejo y un mítico naufragio borro y dejo correr por la riada del lavabo. Piso firme la orilla. Me despido del silencioso pescador desnudo que se queda en las lindes del olvido Y al sueño vertical que me delata amarro por el cuello con el nudo marinero sin mar de la corbata.