Abre los ojos. Ya está de nuevo en casa Una hilera de besos hace guardia a la sombra del manzano y una sonrisa grande le ladra conociéndolo. En la tierra del jardín, donde antes florecían los ojos de los niños, aún le espera la última comunión del pequeño. Y el jarrón más azul que la desgracia está entero en el centro de la mesa, ofreciendo su vientre de payaso al aire. Todo sigue en su sitio. Pero el viajero no comprende. Trata de entrar. Abre la puerta. Y está saliendo siempre de su casa.