Libertad, para mí, quiere decir huida.
(Joan Margarit)
Se le vio partir y atardecía
por el camino blanco y solitario
que conduce al silencio de los planetas muertos.
Un atlas bajo el brazo, y le seguía
como un perro cansado y distraído
la sombra fiel de la tristeza.
Detrás dejaba toda la ceniza,
un columbario –sueños aún calientes abandonado
en la luz pálida de la tarde.
Se le vio partir. Hacía tiempo
que, absorto, preparaba la maleta
pero esta vez no echó recuerdos de la infancia
ni las fotos prodigiosas de una primavera,
ni los discos, ni las gafas, ni los libros,
ni el diccionario en blanco de sinónimos de la felicidad.
Estaba anunciada ya la huida.
Nunca fue allí lo que quiso.
Lo tuvo todo, pero eso
es diferente. Nunca vio el mar;
por las noches lo oía. Avaramente
hacía recuento reiterado del tiempo:
un vacío rotundo de aire en la memoria.
Se le vio partir
y perderse diluido en la niebla amarilla.
A nadie dijo adiós.
Sólo dejaba
un último verso escrito por las tapias:
Están maduras ya las uvas del pasado.