PRIMER MOVIMIENTO
(Adagio)
...y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.
(Francisco de Quevedo)
(Blas de Otero)
Abrir los ojos para ver
lo mismo,
poner el cuerpo en marcha para andar
lo mismo,
comenzar a vivir, pero sabiendo
el fracaso final de la última hora.
(Ángel González)
De nuevo, en esta tarde de febrero,
la lluvia mansa, plomo y naftalina,
ha visto deslizarse, vespertina,
la dulce soledad hacia el sendero
que lleva hasta mi alma. Prisionero
de nubes, tierra negra y mar albina
me duermo y acrisolo en la resina
del limo de la tarde en aguacero.
Dejadme momia intacta hasta que venga
la muerte a despertarme de la vida.
Dejadme aquí olvidado hasta que tenga
de nieve la crisálida teñida,
de noche el corazón parado, y luenga
el alma de soñar enternecida.
En vano me detengo, en vano abarco
las ondas del segundo con el pecho;
tan pronto en el empeño soy maltrecho,
en otro batallar nuevo me embarco.
Me aferro y me apresuro como barco
de ciego timonel hacia el barbecho
que espera a mi cadáver, hacia el lecho
que espera a mi cadáver frío y parco.
Mas sigo a mi pesar, sigo la marcha
al ritmo de manillas y trompetas
en busca de la fría y dura escarcha.
Ya oigo el retumbar de las piquetas,
ya arrecia el viento crudo en esta almarcha
haciendo enloquecer a las veletas.
Amó, cantó y oró. Desde el convento,
de oscuro añil preñó la tarde ufana,
plagó de tristes grajos la mañana,
con bronces le cambió la voz al viento.
Vivió entregado al rito y al lamento.
Sonora marioneta, la campana
tañía. Arrinconado en la sotana
a Dios sirvió de ofrenda y de sustento.
Fue el día en el que oyó negros tambores;
al ver almidonado su sudario
gritó desde la vega a los alcores:
No quiero estar en voz del campanario
ni hacer de las cigüeñas altas flores.
¡Mantenme preso, atado a este calvario!