DOS (Fragmento)
Fuera, el otoño piensa su elegía violeta,
y prende en el ocaso un recuerdo amarillo...
(J. R. Jiménez)


Octubre llega —silencio—
envuelto en el gris de siempre,
difuso como el recuerdo.

Octubre llega y parece
que ya lo ha notado el viento
que sopla contra las hojas
y tallos amarillentos.

Octubre llega, silencio,
tan triste como un poema
leído en un libro viejo.

Me gusta cómo huele la tarde en los plumieres,
la luz que desde el atrio se asoma a las ventanas
y baña los pupitres, los mapas, los cuadernos,
los libros de hojas gruesas y pastas ya gastadas
por años casi eternos; son libros del hermano
que ya pasó de clase y estudia la pisada
historia de este pueblo. Me afligen esas letras,
de hielo y leche, escritas en la pizarra amarga:
son símbolos cansados de niños silenciosos,
tan tristes como el Cristo que cuelga sobre el mapa.
Me gustan los colores, las líneas de los ríos,
los montes, los países que viven en el atlas.
Me angustia lo del tiempo, lo eterno, irretornable,
y el miedo que no entiendo por qué me aprieta el alma.

Niebla de las soledades
duerme entre los pinos blanca:
fantasma del cementerio,
sudario para las almas.
Uno de noviembre. Fiesta
del ave negra en las dalias.
Lluvia gris, muda garúa,
silenciosas las pisadas
del tiempo sobre las tumbas,
sobre la tierra y sus larvas.

Cuando las primeras lluvias
llegaron a las albercas
se marchaban las cigüeñas
ya, lentas, por las dehesas.
Llegaron nubes oscuras
esparciendo el agua fresca
que reclamaban los campos
para la paz y la siembra.
Llegaron nubes cenizas
mojando nuestras cabezas:
templos de sueños agraces,
templos de sol y calendas.
Cuando llegaron las lluvias
se hicieron tristes las siestas.

Aquellos días viven en un álbum
que huele a chocolate y pegamento,
a estampas de otros mares y a almanaques
que andan de puntillas por el tiempo.
Aquella tarde, alcoba del otoño,
tenía una penumbra de colegios
y un silencio de mosca solitaria
y un pulso de campanas en el viento.
Un nido de cuartillas en la mesa:
la vez primera que doliera un verso.
La tarde era un cristal. Sentí un poema
caer como una hoja sobre el sueño.