Por esa ley antigua que obliga a los amantes a sucederse en otras y otras generaciones, yo misma a un joven héroe di vida en mis entrañas. Me doblegué a las lunas y en su espera de júbilo los hibiscos tiñéronse. Se hacía transparente su rostro sobre el mío y él me daba nobleza, belleza, plenitud. Incendio tras incendio, el cuerpo prevalece.