Quise atrevida del sonoro Pindo hollar la falda, y el orgullo necio hasta la cumbre del celeste monte con vano aplauso mi ambición conduce. Admiro el brillo de castalio coro, de Apolo el carro, de su luz el giro, y más admiro, que el silencio reine, donde reinaba su divino canto. El dios me anima, y en su bello rostro dulce sonrisa plácido me muestra, y así me dice con afable acento: “En vano, Amira, con tu lira quieres en el Parnaso colocar tu nombre; busca modelo que tu genio guíe; oye a Quintana, que en su canto pinta el ancho Ponto las bullentes ondas. Las nueve musas en su metro vieron el incesante vividor tumulto, que el austro agita con airado soplo: y todas callan, y su voz escuchan, cuando en la orilla contempló la inmensa mole argentada, que rugiendo bate la dura roca y el soberbio escollo. Ora en la arena deslizada corre, ciñendo el globo, para ser su tumba; y antes del plazo sepultó en su seno vastas regiones de ambición henchidas. Después al metro dando nuevo giro celebra al hombre, que en el cielo arranca el rumbo al polo, y a la ignota gente lleva el comercio con fecunda mano. Mas ¡ay!, que luego de furor cubierto el fiero Marte por las naves gira; odio y codicia, por do quier le siguen, estrago y guerra siempre le acompañan. ¡Ah! Vieras como se horroriza y tiembla oyendo guerra de Quintana el genio; y como invoca las sañudas olas, porque en su seno puedan sepultarla. Vieras Neptuno, cuando oyó su canto hundir medroso la arrugada frente en el abismo de su inmenso golfo: solicitando que Plutón le ceda el negro cetro que el averno rige, por el tridente que las aguas manda. Amira, deja a tu orgulloso intento: con nuevo estudio mejorar procura el canto antiguo de tu humilde lira; y elogia entonces de Quintana el numen, honor y gloria de la musa hispana.” En vano, Apolo; mi obediencia quiso con alabanzas celebrar su metro. Tú hacerlo puedes, y el festivo coro: pero yo en tanto tu favor imploro.