LA CAMPAÑA DE PORTUGAL - Oda Al Excmo. Señor Príncipe De La Paz

A Manuel Godoy


¿A quién aprestas, sanguinario Marte, el carro del terror? ¿A quién, Belona, tus armas invencibles destinando, previenes la corona de laurel inmortal? ¿Será que hollando los enemigos del hispano suelo sus guerreros convoque a la campaña, y que el clarín belígero sonando, el héroe de la España, para domar al Luso belicoso, marche a su frente impávido y brioso? ¡Ay! Sí será. La patria desolada su nombre implora, en su valor confía: Lusitania, Albión, en odio ardiendo la insultan a porfía; él vuela a su socorro combatiendo por su antiguo esplendor; hijos del Tajo, seguid su curso; sus orillas vean la afrenta y la venganza compitiendo; porque testigos sean de que el héroe español jamás consiente de su patria el agravio impunemente. Sonó la trompa, y a su ronco estruendo la tierra gime, y ruge el océano: su antorcha horrible la discordia enciende; y al nombre soberano del heroico Borbón, que Esperia entiende apellidar por ti, noble caudillo, las huestes valerosas sus hogares dejan en soledad. Ya el campo emprende hazañas militares; y al viento los pendones desplegando, tú vas su marcha y su valor guiando. A tu ademán guerrero, al ver tu espada defender los castillos y leones, Lusitania, temblando estremecida, teme que los corones sobre su antiguo trono; enfurecida invoca de sus hijos los aceros en vano en su favor; en vano implora sus soberbios guerreros; aterrados los ve, y huye oprimida, encubriendo las quinas con su manto, a esconder su dolor bañada en llanto. Ya el español ejército penetra, los enemigos campos; la victoria volando en ellos, al valor ofrece la palma de la gloria. Si tan ilustre premio pertenece (Dijo el caudillo) al vencedor brioso, nuestro será, españoles; peleamos por la patria abatida; ella perece; a defenderla vamos; demos reposo a la afligida tierra, y la paz arranquemos a la guerra. Cesó; y la paz, que en el Olimpo habita, de la mísera Europa desterrada, sus votos oye, y al Eterno implora en favor de su espada. De morir o triunfar llega la hora; llega, y tú marchas, lidias, y vencido el furor de Olivencia y Portoalegre, en sola una batalla destructora, Campomayor rendido, apenas vio empezarse la campaña, cuando el triunfo cantó la madre España. Así, cuando del cielo la hermosura el hórrido nublado va empañando, y el rayo anuncia el pavoroso trueno, al orbe amenazando, suele romper su ennegrecido seno del puro norte el soplo impetuoso, y lanzándolo al sud, brilla sereno el sol majestuoso, reflejando su luz los horizontes del hondo valle a los soberbios montes. No más horror ni sangre (la Paz clama desde la esfera al héroe victorioso) yo desciendo a la tierra a coronarte con el ramo dichoso de la oliva pacífica; si Marte sus armas te cedió, yo te destino recompensa más digna de tu pecho. Quien mi nombre te dio, también va a darte, de la envidia en despecho, el honor de gozar de la victoria, y al lado tuyo disfrutar la gloria. Dijo; y desciende, y el furor destierra del campo vencedor; ve los guerreros aclamar sus augustos Soberanos, que llegan placenteros a celebrar la paz, de gozo ufanos. Salve una y veces mil, paz deseada; salve una y veces mil, héroe dichoso, que vuelves el descanso a los humanos; tú logras animoso que den fin a la guerra y sus horrores la paz, y tus Monarcas vencedores. Y ¿qué, después de tan feliz conquista, será negado a ti? Por todas partes tu nombre sonará; benigno el cielo de las divinas artes vuelve a la España el plácido consuelo. Paz y salud repiten los ancianos, los jóvenes, las tímidas doncellas; paz y salud al oprimido suelo mi voz canta con ellas y alborozado el genio que me inspira, acentos de placer presta a mi lira. Y ¿a quién mejor que a ti la musa hispana deberá celebrar, pues generoso proteges de las artes las tareas; pues tu influjo piadoso en su prosperidad benigno empleas? Yo a tu valor la dulce poesía reverente consagro; ella te ofrece la gloria de tu patria, que deseas, y en su canto aparece de tu campaña el triunfo, que en la historia hará inmortal tu nombre y mi memoria.
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