Escondido en la luz, mi cuerpo todo luz, difuminóse, dejando un surco leve abierto por la estela de la noche. Nadie oye el ruido de los pasos perdidos en tinieblas; de mis pasos opacos desmoronados sobre mi cabeza. Ya preso entre paréntesis, la luna acalla el ritmo de sus olas, se desborda mi cuerpo y mana espuma por sus cuencas rotas. Cruzan de esquina a esquina doce bustos de mármol patinado de doce emperadores que husmean en mi pecho esmerilado. Busca a tientas mi mano sus ojos y su mano de ceniza, enlazada con yedra, que flota sobre un agua sin aristas. Mi cuerpo todo luz cayó tendido en tierra calcinada y brotaron de él un manantial de luz y otro de escarcha.