Un árbol. Bien. Amarillo de otoño. Y esplendoroso se abre al cielo, codicioso de más luz. Grita su brillo hacia el jardín. Y sencillo, libre, su color derrama frente al azul. Como llama crece, arde, se ilumina su sangre antigua. Domina todo el aire rama a rama. Todo el aire, rama a rama, se enciende por la amarilla plenitud del árbol. Brilla lo que, sólo azul, se inflama de un fuego de oro: oriflama. No bandera. Alegre fuente de color: Clava ascendente su áureo mástil hacia el cielo. De tantos siglos su anhelo nos alcanza. Luz de oriente. Amarillo. Aún no imagina el viento, la desbandada de sus hojas, ya apagada su claridad. Se avecina la tarde gris. Ni adivina su soledad, esa tristeza de sus ramas. Fue certeza, alegria – ¡otoño ! - . Faro de abierta luz. Desamparo después. ¿Dónde tu belleza ?