DIEGO CORRIENTES



En Utrera nació un hombre  
de una mediana estatura
llamado Diego Corrientes 
por su mala desventura.

Ese tal Diego Corrientes
al contrabando se echó;
robaba caballos, padre,
y esa fue su perdición.

Ese tal Diego Corrientes  
robaba con fantasía:
a los ricos les robaba 
y a los pobres socorría.

Justicias y migueletes 
lo han mandado pregonar,
y él con un compadre suyo 
se ha marchado a Portugal.

A la ida para allá, 
fue en la Venta del Oriente,
ha mandado a convidar  
justicias y migueletes.

A la vuelta para acá,    
en la Venta de Tomares
lo han cogido prisionero
los migueletes galanes.

Día de la Encarnación   
 a las seis de la mañana
entraba Diego Corrientes   
por las calles de Triana;

hombres, mujeres y niños  
se asoman por la ventana
por ver a Diego Corrientes 
del modo que lo llevaban.

Hombres, mujeres y niños  
gritaban en alta voz:
ni la prendición de Cristo  
causaba tanto terror.

- Si viviese mi madrina,   
la duquesita de Alba,
si viviese mi madrina  
 la vida no me quitaban.

Al subir las escaleras    
un vaso de agua pidió
y le contestó el verdugo:  
 
 - Hijo, ya no es ocasión.

- Si no me lo dan de agua,   
que me lo den de aguardiente
para dárselo al verdugo  
y que me dé buena muerte.

¡El Cristo de la nagüillas  
vaya en mi acompañamiento,
y el Patio de los Naranjos   
sepultura de mi cuerpo!